Hace algún tiempo
escribí sobre esa tendencia autodestructiva de ciertas personas que piensan que
son indestructibles, no les interesa sus vidas o simplemente son cojudos, pues
día a día arriesgan sus vidas (y en algunos casos las de los demás) en osadas piruetas
entre el caótico tráfico limeño, o se "aventuran" a conducir sus
vehículos, luego de haber tomado "unas cuantas copitas".
Pero esa actitud
autodestructiva no se limita al plano estrictamente físico, va más allá,
llegando al plano emocional, son personas que tienen una capacidad increíble
para transformar todo lo bueno que les pueda estar pasando en algo
irremediablemente malo; tienen un olfato digno de un experto sabueso, logran
encontrar el lado pesimista de una buena noticia, encuentran la mugre en la uña
manicurada; en resumen, tienen una habilidad extraordinaria para cagar el mejor
de los chistes.
Esa tendencia a “autojoderse”
como la llama Emilio Duró, se manifiesta en los momentos más felices, cuando
todo les empieza a salir bien, siempre se las arreglan para deprimirse luego de
hacer o decir algo para echarlo todo a perder.
Esta actitud va más
allá del simple y vulgar pesimismo, la habilidad de estas personas radica precisamente
en alterar de forma efectiva y bastante real los hechos alegres, no es
simplemente ver el lado negativo, es cambiar lo positivo en negativo, es
convertir un delicioso pastel en un maloliente mojón, es irte con Laura Bosso
cuando tienes a tu lado a Scarlett Johansson, es tirarte un hediondo pedo
cuando estás en un jardín de rosas.
Si ven a alguien así,
corran tan rápido y lejos como puedan, huyan lo más rápido posible, aléjense lo
más que puedan y no se detengan, no miren atrás pues corren el riesgo de
convertirse en piedra o algo por el estilo si lo hacen.
Esta actitud es contagiosa, como
cuando estás frente a alguien que bosteza y por más esfuerzos que hagas,
terminas bostezando; así que advertidos están, luego no digan que no se los
dije.
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