martes, 29 de enero de 2013

Te dije que no quiero tarjeta Metro

Estimados, harto de que en mi ciudad todo el mundo haga lo que le viene en gana sin el menor sentido de respeto por el otro, comparto con ustedes lo que nos ocurrió el día sábado a mi esposa y a mi en Metro de Plaza Lima Norte. 

Estando ya en caja a punto de pagar, la cajera me pregunta si tengo tarjeta Bonus, le respondo que sí, le entrego la tarjeta y al momento de devolvérmela me pregunta por mi número de DNI, en ese momento me encontraba hablando con mi esposa quien me acompañaba y sin reparar le di mi número, cuando caí en cuenta de lo que había hecho, le pregunté con qué motivo y no obtuve respuesta, una vez más le pregunté para que me había pedido el número y su respuesta fue "para hacer una consulta de la tarjeta", inmediatamente pensé que era por la tarjeta Bonus que me acababa de devolver, pero me pareció extraño pues nunca me lo habían pedido antes, es así que una vez más le pregunto para que necesitaba mi DNI y me dice "es para una consulta sobre la tarjeta Metro". 

COmo yo no había pedido ninguna tarjeta, le dije que no gracias pero yo no había requerido esta tarjeta y justo en ese momento se acerca otra señorita de blusa celeste y la cajera le entrega mi número de DNI en un papel en el que había escrito un código, ante esto le dije a la señorita que había recibido el papel que me devuelva el papel recibiendo por todo respuesta una encogida de hombros y una ignorada insultante, al ver que estaban haciendo a su antojo sin el menor respeto por lo que yo estaba diciendo opté por levantar la voz diciéndole que me devuelva el papel pues yo no había autorizado ningún trámite ni consulta con mi número de DNI, en ese momento la señorita sin mirarme siquiera le devolvió el papel a la cajera, fue entonces que le dije que me devuelva ese papel o lo rompiera, ella simplemente lo arrugó y lo hecho a la basura, esto rebasó mi indignación e hice que sacara el papel de la basura y me lo entregara, de lo contrario haría un mayor escándalo ante esto a la cajera no le quedó más que devolverme el papel. 

Luego me dirijo al módulo en donde se encuentra una especie de supervisora, la cual con una tibia disculpas y un "vamos a hablar con la cajera" pretendió solucionar todo, la verdad en este punto yo ya estaba por demás mortificado así que opté simplemente por retirarme para no amargarme más el día. No obstante me parece un completo abuso, falta total de respeto y prepotencia este proceder de los señores de Metro, pues esta no es iniciativa de la cajera, a estas señoritas las instruyen especialmente para este tipo argucias y para sorprender a los clientes.

Este tipo de criolladas no se deben dejar pasar, son estas cosas que la gente normalmente calla y no hacen públicas, las que han degenerado en una especie de ciudad abandonada a su suerte, en donde el más "vivo" se aprovecha del pobre cojudo que intenta seguir las normas.
Lo dejo a su criterio 

domingo, 13 de enero de 2013

Si realmente les importa... no se metan!!!


Durante toda mi vida he tratado de no meterme en la vida de los demás sin invitación, es decir si alguien me pedía un consejo trataba de ser lo más honesto posible y le daba mi opinión, había otra situaciones en las que alguien muy cercano y apreciado estaba en alguna dificultad o tenía alguna preocupación, entonces trataba primero de ponerme en sus zapatos y ver la situación desde su perspectiva antes de abrir la boca como un “sabiondo todopoderoso” que cree que siempre tiene la respuesta a los problemas de los demás; en función a ello quiero pensar también que quien me considere lo suficiente como para decirme la estás cagando tendrá el coraje de mirarme a los ojos y decírmelo, eso es gratificante, pero hasta allí llega mi intervención, si nadie me pide mi opinión pues mantengo la boca cerrada al margen de si me parece bien o mal lo que esta persona esté haciendo o dejando de hacer.

Sin embargo, no entiendo ese instinto mórbido que empuja a la gente a meterse donde nadie los llamó, esas ganas de joder opinando en base a lo que ellos creen o piensan, aplicando un “molde de conducta” a todos por igual, sin preguntar, sin saber, sin siquiera interesarles como la otra persona se pudiera estar sintiendo, o peor aún, las consecuencia que su intromisión puede generar, como (y sólo es un ejemplo) cuando alguien mete su “bocota” para opinar sobre la forma de educar a los hijos ajenos, o cuando alguien sin la menor autoridad no puede mantener el pico cerrado ante la profesión escogida por algún (de seguro ya bastante confundido) adolescente, o como cuando alguien no resiste la también muy impropia oportunidad de meterse en la vida sentimental de los demás, creyéndose con el derecho de decidir con cual fulano o fulana debe salir perico de los palotes, ya sea porque “le conviene”, “es un buen partido”, “de qué familia vendrá?” y toda una fila de necedades que no vienen al caso y por último el o la directamente involucrados en el tema evaluará en su debido momento o no, pero que al fin y al cabo empieza y termina siendo únicamente su problema y absolutamente de nadie más.

Alguna vez en una conversación con algunas personas muy cercanas, por poco y se inicia una discusión sobre la “idoneidad” de "fulanito" de tal para “sultanita”, afortunadamente este amago de discusión se vio abruptamente interrumpido por un sonoro y contundente “que con su pan se lo coma” de una persona que ha demostrado a lo largo de los años ser coherente y tener un criterio muy amplio y equilibrado, además de no tener pelos en la lengua para mandar a la mierda a los demás, motivo por el que (además de sus muchas cualidades) es muy querido por este humilde servidor.

Esta frase mandó a callar a todos y cambió el tema de conversación en el acto, haciendo que más de uno se sintiera extremadamente cojudo por querer meterse en una relación de pareja y todo lo que además esto trae consigo.

A partir de ese evento, cuando he estado a punto de sucumbir ante esa necesidad mórbida de meterme en la vida de los demás (nadie es perfecto pues) recuerdo la frase “que con su pan se lo coma” y mi lengua automáticamente se entumece imposibilitada para moverse y mi boca queda prácticamente sellada para impedir a toda costa que alguna estupidez colosal con respecto a la vida de alguien (que además nunca me pidió mi opinión) se escape me haga quedar como un perfecto imbécil.

Todo esto tiene un trasfondo que va más allá del simple respeto por los demás, tengo motivos más fuertes que me empujan a mantenerme callado, como quien dice “no es amor al chancho si no al chicharrón”, el fondo de todo esto es que me llega al fondo de los bolsillos que se metan en mi vida y quieran opinar sobre lo que debo o no hacer, salvo muy raras excepciones y me refiero a personas que sé que me conocen y me quieren bien no obstante a que dos de ellos me conocen relativamente “poco tiempo”, los demás pueden depositar sus opiniones en donde no les dé el sol cuando de mi relación de pareja se trate.

Espero así dejar las cosas claras y cerradas con respecto a este tema y si alguien en particular se siente ofendido o le choca esto, quiero decirle de todo corazón que me importa un carajo y están en la total libertad de no volverme a dirigir la palabra, los que por el contrario no se ofendan y entiendan (y hasta compartan) mi punto de vista,  sean bienvenidos.

martes, 8 de enero de 2013

Reflexiones sobre una vida que pudo ser... o no


Acabados los trajines de las fiestas de fin de año y hechos los análisis de todo cuanto hice y dejé de hacer en el año que pasó, empiezo este nuevo año con una actitud más positiva frente a la vida, no obstante a que en ocasiones la realidad se esmera en darte por el culo mientras tu tratas de hacer las cosas de la manera correcta.

Aunque pensándolo bien quizá ese sea el problema, el tratar de hacer las cosas de “la manera correcta”, el ser políticamente correcto quizá sea la raíz del problema, pues nos pasamos la vida tratando de ser quienes los demás esperan que seamos, cumpliendo las expectativas y sueños de los demás, siendo un “ciudadano modelo”, portándote como un “ejemplo” para los demás y tratando de estar bien con Dios y con el Diablo, siendo políticamente correcto.

Todo va bien, la farsa va viento en popa hasta que de pronto todo se te va a la mismísima mierda y te das cuenta de que todo tu esfuerzo por ser “bueno” lo único que te dejó es una frustración gigantesca y muchas patadas en el culo cortesía de todos esos cabrones a los que alguna vez trataste de caer bien y con los cuales intentaste congraciarte con un esmero que oscila entre lo absurdo y lo patético.

En ese momento te surge una irrefrenable necesidad de mandar a todos a la mierda, es cuando te das cuenta que desperdiciaste años de tu vida (que no recuperarás jamás) en individuos que nunca valieron la pena, es cuando de repente te ves solo rodeado de mucha gente, y es cuando te das cuenta de las cosas que realmente valen la pena, te das cuenta de que en ocasiones has llevado una doble vida y que por desgracia ninguna de las dos es lo que realmente tu querías hacer, pero por sobre todo te das cuenta que no estás dispuesto a seguir haciendo el papel de estúpido, que ya estás cansado de tanta hipocresía y que ya es hora de empezar a hacer lo que te gusta, ya es hora de empezar a vivir, ya es hora de mandar a la mierda si así te apetece a quien no esté de acuerdo contigo y al carajo si es correcto o no, simplemente hacerlo porque se te ocurrió, porque sí.

Al fin y al cabo, cuando estés seis pies bajo tierra los que te quisieron te llorarán y los que te odiaron escupirán en tu tumba, pero nadie podrá decir aquí yace un hipócrita.