miércoles, 13 de marzo de 2013

Yo como digo una cosa digo otra



Es realmente patético ver como los niveles de cinismo inundan las redes sociales, páginas que dicen abogar por la dignidad, la tolerancia y las libertades, y sin embargo despotrican contra todo aquel que “se atreve” a defender sus creencias sean estas religiosas o de cualquier índole, sin contar que prácticamente elevan a un nivel de santidad a tiranos que no han hecho otra cosa que someter a “su pueblo” a un régimen a todas luces dictatorial que ellos convenientemente no quieren ver, esto mientras acusan al nuevo Papa por sus oscuros vínculos con la dictadura militar que intentó someter y desangró Argentina. Es que acaso hay “dictadores buenos” y “dictadores malos”, me pregunto.
Pero esta condición no es solamente de grupos que escudados en pseudónimos, en el anonimato y la impunidad que les dan las redes sociales, impunidad que estos sujetos aprovechan “valientemente” para insultar y atacar a todo aquel que no piense como ellos; porque claro pues, estos todopoderosos buenos para nada, se adjudican la patente de la verdad, ellos la tienen, es de su propiedad, ellos son la verdad encarnada, esto definitivamente tiene connotaciones psicológicas que evidencian algún tipo de frustración o trauma arrastrado probablemente desde la niñez, pero ese es otro tema. No mis estimados, no son sólo estos grupetes, son también individuos que blandiendo la bandera del desparpajo, el cinismo y haciendo gala de una tremenda ignorancia atacan todo aquello que en sus diminutas mentes no alcanzan a entender, que no comprenden o guiados por su arrogancia estúpida no quieren comprender, pues porque una vez más, estos individuos son dueños de la verdad y todo aquel que no les diga “amén” cada vez que estos sujeto abren la cloaca que tienen por boca y empiezan a destilar veneno en sus comentarios.
Ahora bien, es cierto que por lo menos, y a diferencia de los primeros, estos individuos si dan la cara, firman sus comentarios y no se esconden como cobardes sabandijas tras un “alias”, sin embargo su discurso al igual que los anteriores es absolutamente contradictorio, pues mientras se llenan la “cloaca” defendiendo las libertades y los derechos de algunos, se comportan como los tiranos absolutistas e intolerantes que en realidad son, censurando, insultando y burlándose (lo cual demuestra su ignorancia) de todo el que no crea en lo que ellos creen, asumiendo claro está de que estos tipos puedan creer en algo más que no sean ellos mismos y su desmedido ego.
Es también curioso y desconcertante ver cómo es que su patológica necesidad por tener la razón no les deja ver las cosas con claridad y juntan en un solo saco a quienes profesamos nuestra FE en Dios y aquellos zánganos miserables que se aprovechan de la FE de la gente y manchan con sus atrocidades una institución como la Iglesia Católica, Institución que lamentablemente hasta la fecha no ha hecho nada por revertir esta situación y peor aún, no demuestra ningún interés en querer hacerlo.
Termino invocando a quienes lean esto en no caer en la incoherencia e hipocresía de por ejemplo atacar y lanzar arengas contra el capitalismo, mientras que hacen esfuerzos por promocionar sus negocios en los cuales han invertido un capital, no sean tan lornas para joder a un sistema al cual pretenden ingresar, no olviden que por cada camiseta del CHE que un comunista compra hay un capitalista sonriendo.

viernes, 1 de marzo de 2013

Cambiar o No cambiar, ahí está lo jodido



¿Cuán difícil o fácil es cambiar? Cuanto nos cuesta dejar ir algo o a alguien a lo que estamos acostumbrados y que forma parte ya de una manera cuasi simbiótica de nuestros días y sin el cual estamos seguros que nuestra vida sería completa y absolutamente miserable sin sentido y gris; o por el contrario a cuantos de nosotros nos resulta insoportable y terrorífica la idea de mantenernos en un estado de inercia espeluznante que nos apelmaza el cuerpo y la mente y que nos pone al nivel de un vegetal.

Se dice que no se pueden obtener resultados diferentes haciendo siempre lo mismo, y se plantean estrategias de cambio, de modificación de conducta, de auto programación, auto motivación, auto ayuda, auto móvil, auto partes y todos los autos que se puedan imaginar; pero, ¿qué pasa si lo que yo quiero es precisamente que las cosas estén como hasta ahora?, ¿qué pasa si yo no quiero cambiar porque resulta que así soy feliz?, ¿qué pasa  si las cosas me están saliendo justamente como yo quería que me salgan?.

Estás preguntas me las planteó con cierta ingenuidad hace algunos días un sujeto que llamaremos Luchito y de inmediato se activaron en mí alarmas ya programadas previamente por mis prejuicios y mis “conocimientos” adquiridos a la largo de algunos años de consumir más y más de forma compulsiva nuevas teorías sobre cómo es que deben actuar las personas exitosas según estos grandes gurús de las relaciones humanas, vacas sagradas a las que se les brindan pleitesías hasta por las flatulencias que sueltan y que pretenden solucionar los males de la humanidad a punta de recetas para el éxito y  la felicidad.

Debo confesar que mi primer impulso fue empezar con todo el rollo aprendido hasta ese momento, pero opté por reprimir este impulso ante la candidez y la alegría con que Luchito me planteó estas dudas, entonces decidí escucharlo y tratar de entender su posición liberándome de muchas taras que me empujaban a decirle que estaba mal, que eso era conformismo, que así su vida no tendría emoción, que se estaba condenando a una vida triste y aburrida, y toda una serie de calificativos que bastaba con mirarlo no eran ni remotamente cierto.

El tipo estaba feliz en su inercia, sentía que estaba realizando sus sueños y eso le entusiasmaba, era como ver a un niño con un juguete nuevo que siempre quiso y por fin lo tiene entre sus manos, mandando a la mierda todas las teoría sobre la felicidad y el éxito, este tipo era y se sentía feliz y exitoso y no había nada que yo pudiese hacer para “demostrarle” lo contrario.