domingo, 21 de octubre de 2012

El valor de la verdad


Hoy recordaba la campaña electoral en la que “el chinito de la agraria”, un ilustre desconocido  salió electo presidente de república ganándole a Mario Vargas Llosa, y entre otras cosas la ahora muy famosa  frase acuñada por el entonces ministro de economía Juan Carlos Hurtado Miller, quien por allá por 1990 durante la primera gestión de Fujimori anunciaba el “Fuji – shock” con su aterrador ¡Que Dios nos ayude!, dando inicio así a una interminable racha de mentiras por parte de la mafia que se enquistó en el poder, hasta que el cabecilla de esa banda delincuencial (quien fuera destituido por incapacidad moral por el congreso) decidió renunciar vía fax desde Japón luego de salir huyendo como una rata.

Todas estas mentiras con las que nos bombardearon durante los años que duró el gobierno autoritario y criminal (la una más infame que la otra) me hacen pensar si es que efectivamente la verdad tiene un valor; lo menciono pues uno de los principales motivos por los cuales Fujimori ganó esa elección fue debido a que juraba y re- juraba que no iba a aplicar las “brutales” medidas económicas que MVLL a la cabeza del FREDEMO planteaban como alternativa de solución a la infernal crisis económica que nos dejó el desastroso primer gobierno de Alan García, con una inflación de poco más de 3000% para fines de 1989; medidas económicas que finalmente terminaron aplicando y para colmo de males a lo bestia.

Como resultado de esas mentiras y verdades tenemos ahora, luego de 22 años, un escenario que ni el más pesimista de los analistas políticos podía vaticinar; Fujimori mintió descaradamente, ganó la elección y se convirtió en la cabeza de una mafia que por poco logra arruinar el país llenando el estado de corrupción y podredumbre y dejando un rastro de sangre que destruyó familias enteras y que no debe ser olvidado. Por otro lado MVLL dijo la verdad, perdió la elección, desapareció del escenario político (al menos como protagonista central) y 20 años después recibe el premio nobel (por mencionar sólo el más famoso de los muchos premios recibidos por El Escribidor), un gran honor no solo para él, sino para todo el país.

Esto me queda como reflexión sobre el valor de la verdad y de la honestidad, sobre la inmediatez de los efectos resultantes entre una elección muy sencilla que todos en algún momento hemos tenido que tomar “Le digo la verdad o no?”.

Se los dejo de tarea y como siempre, es sólo mi punto de vista, lo demás lo dejo a su criterio.