¿Cuán difícil o fácil es cambiar?
Cuanto nos cuesta dejar ir algo o a alguien a lo que estamos acostumbrados y
que forma parte ya de una manera cuasi simbiótica de nuestros días y sin el
cual estamos seguros que nuestra vida sería completa y absolutamente miserable
sin sentido y gris; o por el contrario a cuantos de nosotros nos resulta insoportable
y terrorífica la idea de mantenernos en un estado de inercia espeluznante que
nos apelmaza el cuerpo y la mente y que nos pone al nivel de un vegetal.
Se dice que no se pueden obtener
resultados diferentes haciendo siempre lo mismo, y se plantean estrategias de
cambio, de modificación de conducta, de auto programación, auto motivación,
auto ayuda, auto móvil, auto partes y todos los autos que se puedan imaginar;
pero, ¿qué pasa si lo que yo quiero es precisamente que las cosas estén como
hasta ahora?, ¿qué pasa si yo no quiero cambiar porque resulta que así soy
feliz?, ¿qué pasa si las cosas me están
saliendo justamente como yo quería que me salgan?.
Estás preguntas me las planteó
con cierta ingenuidad hace algunos días un sujeto que llamaremos Luchito y de
inmediato se activaron en mí alarmas ya programadas previamente por mis
prejuicios y mis “conocimientos” adquiridos a la largo de algunos años de
consumir más y más de forma compulsiva nuevas teorías sobre cómo es que deben
actuar las personas exitosas según estos grandes gurús de las relaciones
humanas, vacas sagradas a las que se les brindan pleitesías hasta por las
flatulencias que sueltan y que pretenden solucionar los males de la humanidad a
punta de recetas para el éxito y la
felicidad.
Debo confesar que mi primer impulso
fue empezar con todo el rollo aprendido hasta ese momento, pero opté por
reprimir este impulso ante la candidez y la alegría con que Luchito me planteó
estas dudas, entonces decidí escucharlo y tratar de entender su posición liberándome
de muchas taras que me empujaban a decirle que estaba mal, que eso era
conformismo, que así su vida no tendría emoción, que se estaba condenando a una
vida triste y aburrida, y toda una serie de calificativos que bastaba con
mirarlo no eran ni remotamente cierto.
El tipo estaba feliz en su
inercia, sentía que estaba realizando sus sueños y eso le entusiasmaba, era
como ver a un niño con un juguete nuevo que siempre quiso y por fin lo tiene
entre sus manos, mandando a la mierda todas las teoría sobre la felicidad y el
éxito, este tipo era y se sentía feliz y exitoso y no había nada que yo pudiese hacer para “demostrarle”
lo contrario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario